24/4/11

Rebobine, por favor (2008)

Leo bastante. De pequeña, cogía libros de la biblioteca de mis padres. Descubrí a Edgar Allan Poe, a Agatha Christie, a H. P. Lovecraft y las fantásticas ediciones de Salvat, ya amarillentas. Descubrí también la importancia de los traductores (leer a Poe traducido por J. Cortázar no tiene comparación). Descubrí también La Conjura de los Necios. Y, poco después, La insoportable levedad del ser. Leí todo lo que cayó en mis manos de Milan Kundera y La Biblia de Neón. Kundera se convirtió en uno de mis escritores favoritos y aún hoy recuerdo la extraña sensación que tuve al terminar de leer La despedida. Aquel libro, simplemente, me fascinó.

Al poco tiempo (las novelas de Kundera, por desgracia, pueden contarse con los dedos), descubrí Música para camaleones. Creo que fue mi primer libro de relatos al uso. Después llegó A Sangre Fría y Truman Capote se convirtió en otro de mis escritores favoritos. Me emocionó mucho su forma de escribir. Aquella época la recuerdo con mucha nostalgia porque la primera vez que lees algunos libros es especial: nunca la olvidarás y nunca volverás a sentir lo mismo. Recuerdo, entre otros, El Extranjero de Camus, El guardián entre el centeno, La Metamorfosis, Siddharta, Cien Años de Soledad, y un precioso cuento de Dostoievsky, Noches Blancas. Todos coinciden en que he necesitado un tiempo para apreciarlos realmente.

Le llegó el turno a Lolita. La verdad es que era bastante reacia a leerlo porque no sabía cómo iba a encajar el argumento, pero de nuevo quedé impresionada. Es pura poesía, como todo lo que he leído de Nabokov hasta el momento. La pequeña Dolores me enamoró, igual que Humbert. Es difícil explicarlo con palabras, pero supongo que es fácil saber a lo que me refiero.

Por casualidad también cayó en mis manos Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Aunque no es la novela me más me gusta, Tabucchi me parece increíble: Pequeños equívocos sin importancia, El ángel negro, Réquiem, Se está haciendo cada vez más tarde, Tristano muere, El tiempo envejece deprisa... También me parece poesía.

Por recomendación leí Mujeres, de Charles Bukowski. La primera lectura no me gustó en absoluto, pero decidí darle una segunda oportunidad con El Cartero. Le siguió Factotum y de nuevo, Mujeres. Parece que Bukowski escribe desde las entrañas. Es absolutamente real. Se convirtió en otro de mis escritores favoritos (creo que ya van tres, más o menos) y me lo leí todo menos los poemas. Por desgracia, mi nivel de inglés no me permite leer en versión original.


Con Bukowski quedé tan encantada, que probé con el realismo sucio: John Fante, Raymond Carver, Chuck Palahniuk (que me sorprendió gratamente con Asfixia) y Juan Pedro Gutiérrez. Probé incluso con la Generación Beat, aunque solamente me ha convencido (y mucho) En el camino. A W. Burroughs le sigo dando oportunidades, pero nada me ha gustado más que Yonki. No sé dónde enmarcarlo, pero Ken Kesey merece una mención especial por Alguien voló sobre el nido del cuco.

Por último, algo que me parece muy curioso. Paralelamente, soy fan incondicional del cine oriental. Evidentemente no me gustan todas las películas, pero tienen una visión tan diferente a la nuestra que no puedo evitar sentir curiosidad. Y debido a esta afición, le di una oportunidad a Tokio Blues de Murakami cuando era un best seller en toda regla. También me conquistó. Le han seguido varias novelas, pero no se ha convertido en uno de mis favoritos. Aunque me encanta, no me emociona de la misma manera.

Y ahora mismo me encuentro en este punto. Empiezo a saber qué me va a gustar y que no, y la gente se ríe cuando digo que prefiero no leer best sellers (aunque sé que puedo llevarme una sorpresa, los intentos han sido estadísticamente fallidos). Evidentemente, en el camino me he dejado muchos libros. Algunos fantásticos, otros mediocres, pero todos tienen algo bueno: te hacen sentir cosas. Cosas que, de otra manera, no llegarías a sentir.

17/4/11

Los colores del principio (2002)

En los cines de verano nadie tiene prisa. Todo parece sucediendo en otra dimensión. No importa tanto la película como lo que pasa alrededor... Nunca olvidarás las carcajadas, el aire que te revuelve el pelo o el sentarte en el suelo...


Te sientes tan libre.