21/11/11

Nunca canté para mi padre (1970)

Ayer fue un gran día para mí. Hacía muchos años que no sabía nada de una persona muy especial. Le quiero mucho y, precisamente por eso, a veces es mejor mantener una distancia prudencial para no salir perjudicado. Y así va pasando el tiempo. Y así se llega al final.

He soñado muchas veces con él desde entonces. He soñado cosas bonitas y cosas horribles. He soñado con historias más o menos surrealistas, habitaciones con paredes de cristal. Secuestros, mafiosos que vuelan y Mercedes de color blanco. Mis sueños siempre han estado llenos de fantasía, y siempre sueño con la gente a la que echo de menos. Así es.

A lo largo de mi vida he tenido que tomar muchas decisiones. Ahora, echando la vista atrás, estoy convencida de que fueron las mejores. No hay nada que habría hecho de otra manera. Pero eso no quiere decir que las cosas seas fáciles. A veces, lo más difícil es aprender a decir adiós.

Y hace unos años, me vi en esa situación. Y entonces tomé una decisión. Sé que ha sido lo mejor. Sé que en estos años han pasado cosas que, de otra manera, habrían sido aún peor. Pero ayer fue el momento. Ayer, en la oscuridad del lavabo pude, por fin, hablar con él. O intentarlo. Las primeras palabras, entre lágrimas, fueron lo siento, te quiero mucho… he soñado tanto contigo, desde entonces. Y ya está. No hace falta decir nada más.

Porque en el perdón sin olvido, sobran palabras y falta corazón.