18/9/11

Finales de agosto, principios de septiembre (1998)

Ya estamos en septiembre. El tiempo pasa volando, qué le vamos a hacer.

Las vacaciones de verano han sido extrañas, demasiadas cosas alrededor como para poder disfrutarlas, demasiados peros como para poder descansar. Simplemente han sido un paréntesis en un año muy duro. Especial y realmente difícil para alguien que, como yo, aún no se siente que esté viviendo la vida en serio.

Es como la eterna vida de estudiante. Tienes un trabajo con el que vas tirando, que te gusta, te llena, te enseña y te divierte, pero no crees que sea el trabajo de tu vida. No crees que sea tu destino. Vives al día, sin ahorrar, comprando lo que te gusta, cuando quieres (el Dead Island, por ejemplo). Pequeños viajes, pequeños caprichos, muchos proyectos, muchas ideas... pero en realidad nada concreto. Tienes ganas de hacer cosas, pero te pasas las vacaciones en casa, limpiando, ordenando los papeles, el altillo y las películas. Yendo al banco y a actualizar el censo. Paradójico.

También nos planteamos tener un hijo. Tener un hijo. Creo que me ayudará a vaciar la mente de otras cosas, de momento negativas, que no he conseguido sacar todavía. Ni siquiera en vacaciones. Ni trabajando, ni descansando, ni durmiendo. Para mí, tener un hijo el lo más maravilloso que tiene el ser humano. Somos mezquinos, egoístas, crueles... pero capaces de dar una vida. De sacrificar nuestra comodidad, de salir de nuestro círculo de confort para crear una vida. Me parece maravilloso.

Es que hoy se ha puesto a llover...

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